QUE BUENA SUEGRA

    Unos días antes de mi matrimonio con Clarissa, pasé por la casa de mi suegra para verificar que todo estuviese bien.
    No había sido necesario, pues mi suegra además de ser una hermosa y provocativa mujer,  es muy eficiente en todo lo que emprende: ella sola organizo todos los detalles; la iglesia, la fiesta, los fotógrafos, el restaurante, etc., etc.
    No obstante, ella aprovechó mi presencia para que revisáramos la lista de invitados. Nos sentamos en el sofá muy juntos, cruzo las piernas dejándome ver casi hasta el fin de sus torneados muslos, y con una enigmática sonrisa, mirándome fijamente me dijo que yo siempre le había parecido  un hombre muy sexi, que siempre me había deseado, y que antes de que yo fuera el esposo de su hija, quería tener sexo conmigo, y que esta era la mejor oportunidad de hacerlo...
    Se levantó, camino lenta y coqueta hacia la alcoba, me miró con la más incitante de las miradas, y con voz muy queda me dijo:
    Tienes dos puertas abiertas; la de mi alcoba y la de la calle...
    Me quedé como paralizado en aquel sofá durante varios minutos. Luego de meditarlo muy bien, entendí perfectamente el camino a tomar, y lo hice.
    Salí rápidamente de la casa y al dirigirme a mi automóvil,  vi a mi suegro sonriente, recostado cómodamente sobre el capó. Me puso una mano sobre el hombro y cariñosamente me dijo:
    —Hijo, no tienes que huir de esa manera; solo fue una prueba que planeamos con mi mujer, para estar seguros de que nuestra hija se case con el hombre apropiado, y tu acabas de demostrar que eres ese hombre; fiel y honesto. Felicitaciones.
    Yo quedé mudo... solamente pensando en la estupenda suerte que tengo. Si hubiese tenido los preservativos en el bolsillo, no habría salido a buscarlos al coche, y en este momento estaría muerto...



Colaboración de FELIPE ARISMENDI.

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