El nuevo comandante, en general, es bien recibido por su tropa, pero al cabo de un par de meses, nota que sus soldados viven felices y sin preocupaciones, como si no les importara estar aislados en ese lejano e inhóspito lugar.
Un día, nuestro capitán, empieza a añorar la compañía femenina, y sus ánimos, en comparación con los del resto del regimiento, se encuentran por el piso. Decide entonces averiguar como hacen sus soldados para estar tan tranquilos, y llamando a uno de sus subalternos le dice:
—¡Sargento Sánchez! Quiero que me informe como se las arregla este batallón para estar tan tranquilo sin la compañía femenina durante tanto tiempo.
—¡Si mi capitán! —contesta el sargento haciendo su saludo militar—, es muy sencillo; para ese menester tenemos una camella en la carpa de allá... la del fondo...
—Ah! con que era eso... —dice el capitán y agrega—. Sargento, informe a todo el personal que esta noche utilizaré la camella, y por lo tanto nadie debe acercarse a esa carpa.
—Como ordene mi capitán —dice el subalterno y se retira.
Al día siguiente aparece el capitán con la ropa destrozada, cojeando, con un brazo colgando, con moretones en la cara y raspaduras por todo el cuerpo... el sargento al verlo lo ayuda a llegar a su tienda y le pregunta:
—Pero mi capitán... ¿que le ocurrió anoche?
—Que esa desgraciada camella no se dejó hacer nada por más que lo intenté —respondió el oficial adolorido.
—¡No mi capitán! —exclamó el sargento—. ¡¡¡LA CAMELLA ES PARA IR AL OASIS, DONDE HAY UNAS PROSTITUTAS PRECIOSAS...!!!!
enviado por coronel Sarmiento
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