Durante su visita a México el Sumo Pontífice, cansado de tanto formalismo, decide romper un poco las reglas del protocolo.
Cuando sube al lujoso coche para uno de los traslados no públicos.. le dice al chofer:
—Hijo mío... tengo ganas de salir de la rutina...¿Serías tan gentil de dejarme conducir mientras tú te pasas atrás como mi pasajero?
El conductor accede y aquí vamos, con el Papa al volante y el chofer sentado atrás en esa enorme limusina de vidrios polarizados. Un poco olvidado del arte de conducir, el Papa va por una de las avenidas principales del Distrito Federal y se va pasando altos, con exceso de velocidad, tumbando botes de basura y violando casi todas las señales de tránsito. Una patrulla lo detiene. El Papa baja el vidrio de su ventana, y al verlo el policía se asusta y sin decir nada regresa a su vehículo, llama por radio y se produce el siguiente diálogo:
— Patrulla # 999 a Central, cambio.
—Aquí Central; oficial, qué sucede? cambio.
—He detenido a un cuate que parece muy poderoso y no se cómo proceder. Cambio.
—Pues haga lo común y quítele una lana, cambio.
—No, es que este cuate ha de ser influyente de a madres y no quiero problemas, cambio.
—Ah carajo, que es un narco o qué? cambio.
—¡No, hombre, mucho más pesado que cualquier narco! cambio.
—Ah, qué es de los Gortari o qué? cambio
—¡No, no manches pareja, los Gortari le vienen guangos a este señor!
—A Chingáo, ¿pues quien carajos es?
—Pues no sé, pero... se me hace que es DIOS, cambio...
—Compañero: ¡Está Usted borracho! como que DIOS, ¿por qué lo dice? Cambio
—Pos nomás calcúlale güey...¡¡¡ trae al PAPA de conductor...!!!
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