Cada vez que Juan encendía un cigarrillo en la cama, Ana le repetía siempre la misma frase:
—Juan, un día el cigarrillo terminará matándote.
El día menos sospechado, Juan muere, y su esposa se lanza desesperada sobre su cadáver a llorar y proferir todo tipo de lamentaciones:
—Juan, mira como has terminado...(llanto) tanto que te lo advertí... (llanto) tu nunca me escuchaste... (llanto) aaayyy... te dije que el cigarrillo acabaría con tu vida... te dije que dejaras ese vicio... pero tu no oías cuando yo te decía que el cigarrillo te mataría.... aaayyy...
Un policía que estaba viendo la escena se acerca a la señora y queriendo dar un poco de consuelo le dice:
—Pero señora, a su esposo no lo mató el cigarrillo; lo atropello un automóvil cuando atravesaba la calle...
—Si, pero atravesaba la calle para ir a comprar cigarrillos... aaayyy...