Al salir de la jornada laboral del sábado, cuatro amigos se reúnen un momento para ponerse de acuerdo en los planes que ejecutarán al día siguiente en el estadio de fútbol durante el clásico de la jornada.
Recién empezaban a hablar cuando Luis rascándose la cabeza dice:
—Amigos, lamentablemente no los podré acompañar al partido; mi esposa no me dejará salir mañana, dice que me tiene una sorpresa muy especial, y ustedes ya saben: cuando mi esposa dice que no, es que no. Siempre se hace lo que ella dice...Y para no poner en riesgo mi integridad personal, yo siempre le obedezco.
Los otros amigos tratan de convencerlo por diferentes medios, pero finalmente aceptan la decisión de Luis.
Al día siguiente cuando los 3 amigos llegan al estadio, se sorprenden al ver que Luis ya está en la gradería con su gorra, la camiseta del equipo, su bota con licor, su vuvucela, y cuidando las sillas de sus amigos.
—Que alegría Luis, pero cuéntanos ¿como es que has podido convencer a tu mujer? —dijo uno de los amigos.
—Se lo resumiré así —Dijo Luis—: esta mañana mi mujer me hizo levantar muy temprano y me envió al centro comercial a comprar champaña y botanas. Cuando regrese, ella me recibió muy coquetamente vestida con unas diminutas prendas, me tomó de la mano y me llevo a la alcoba que estaba adornada con pétalos de rosas rojas por todas partes y sobre la cama se destacaban un par esposas y unas cuerdas... me pidió que la atara y la esposara a la cama, y cuando terminé de hacerlo me dijo susurrando: "Amor, haz lo que quieras"...
—Y... ¿que hiciste? —preguntó uno de los amigos visiblemente emocionado.
—Como saben yo siempre le obedezco a mi esposa, y como ella me dijo "Amor, haz lo que quieras"...
¡¡¡AQUÍ ESTOY!!!
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